Él o yo, pero no los dos - PARTE 3, ÉL O YO…

 Al día siguiente, por la mañana, despierto asustada. Miro a mi alrededor. Estoy sola en la cama. Quizá todo fue un sueño. Salgo de la cama y así en pijama salgo de la habitación para tomar desayuno. Bajo las escaleras y en el camino su marido me ve.

–Hola, buenos días, Ariel –me saluda con alegría y yo no encuentro en dónde meterme. Respondo con un gesto de mano. Me siento chica, pero una sensación extraña en mi garganta me dice que la voz que saldrá será masculina. Suspiro y sigo avanzando. Mi amigo ya se encuentra sentado junto a la mesa, listo para desayunar o quizá incluso ya ha terminado. Me uno a él y su marido también, quien trae hotcakes recién hechos. El marido con una amplia sonrisa me pregunta si quiero hotcakes, asiento y como en silencio.

–Te siento diferente –me dice y yo no encuentro en dónde meterme. Mi amigo se mantiene sereno. ¿Pero cómo puede ser tan indiferente? ¿Eso quiere decir que todo fue un sueño?

–Creo que dormí mal –respondo y en efecto: voz masculina. Suspiro y termino el desayuno en silencio.

–¿Piensan salir hoy? –insiste el marido en hacerme hablar.

–Bueno, aún tengo algunas compras que hacer, ya solo me quedan dos días.

–Sí, iremos los dos –interrumpe mi amigo con voz seria. ¿Estará molesto conmigo? ¿Hice algo indebido?

–Oh, espero se diviertan, yo no podré acompañarlos hoy. Debo trabajar. Y de hecho ya debo salir o se me hará tarde.

–No te preocupes, nos las apañaremos. Que te vaya bien en el trabajo.

Ambos se dan un beso rápido. El marido me dice adiós con la mano y respondo de la misma manera el ademan. Él sale de la casa y yo miro fijamente mi taza con leche. No quiero que mi amigo me hable, no quiero hablarle.

–Vamos, si ya has terminado el desayuno, ayúdame a recoger y arréglate para salir.

Asiento con la cabeza. Treinta minutos después ya estanos en la calle. No sé qué decir. Me he vestido como chico dada la voz, pero realmente no se si me siento cómo chico. Quizá mi mente hace que el cuerpo, mi voz, actúe de esa manera porque sé que a él le gusta más. ¿Y si así fuera? ¿Qué hay de malo? Algunos animales aparentan mayor tamaño para simpatizar a su pareja, otros adoptan muchos colores. Como dicen, en la guerra y en el amor, todo se vale. Además, no me molesta ser chico, también es parte de cómo soy. Género fluido. A veces chica, a veces chico.

–¡Ey! ¡Ariel! Te estoy hablando –dice tronando los dedos frente a mí.

–¿Eh? Lo lamento, me perdí en mis pensamientos.

–Seas chico o chica, no dejas de ser despistado.

–Ey, sigo siendo yo sin importar el género o mi expresión.

–Lo sé, aunque me gustas más como varón, no lo tomes a personal, pero las chicas… algo tienen, simplemente no me gustan, y no hablo de su físico, sino su forma de comportarse.

–… –me quedé sin palabras “me gustas más como varón” es decir ¿le gusto? Igual le gusto como chica, pero… “más” como chico. –No te preocupes, sé que no te gustan las chicas o más bien lo femenino. Quizá el problema es lo extremadamente rosita que soy como chica. Hay chicas azules o rudas.

–Sí, pero no lo sé. Cambiando de tema, te estaba preguntando a dónde quieres ir.

–Oh, podemos ir al centro, quiero pasear una vez más por las fuentes.

 

Pasaron escasos minutos antes de llegar a las fuentes. Me siento en la barda con forma circular y de piedra de una de las fuentes. En medio hay un pilar en forma de flor que arroja agua por la parte superior. La barda es lo suficientemente amplia y alejada del centro como para no mojar a las personas que se sientan alrededor de la fuente.

–Ariel, lo de ayer –comienza a decir mi amigo y a mi se me hiela la sangre. El se ha quedado de pie.

–¿Ayer?

–Sé que lo recuerdas, no te hagas el inocente. Quiero pedirte disculpas, sé que no debería, pero… bueno, me dejé llevar. A parte de la razón que te dije, hay otras por las que quiero divorciarme de mi marido, pero al mismo tempo… tengo miedo. No es fácil, han sido tantos años y… tu sabes, ser un chico trans no es fácil.

–Lo sé, ya conoces mi historia, dicen sí, pero en la práctica las cosas son diferente. Te esconden, no te dejan decidir si ser abierto o no. Ellos deciden si decirle a la familia o no. Eso debería ser nuestra decisión, no de ellos. Aunque, mi caso es diferente, es complicado explicar qué es género fluido, aún más pedir que te llamen a veces de una manera, a veces de otra. Ya perdí la cuenta de cuántas relaciones he terminado o me han terminado por esa razón, por ser quién soy y cómo soy.

Mi amigo suspira y me abraza suavemente. Recargo una de mis mejillas en su hombro derecho y rodeo su cintura. Diferentes vivencias, pero al final se trata de lo mismo, querer a alguien que nos ame y no nos esconda. O al menos que nos permita a nosotros decidir si hablar de nuestro género o no.

Giro un poco mi cabeza y busco sus labios. Nos besamos. Me pierdo en sus labios. Él es tan guapo. Nuestro beso se intensifica. No puedo decir que me entiende, yo tampoco lo entiendo del todo, pero ambos nos comprendemos. Ambos queremos amar y ser amados. Introduce su lengua en mi boca. Sin embargo, no le gusto como chica. ¿Podría solo estar como chico todo el tiempo? Se me escapa un jadeo. ¿Y si somos novios, pero de chica soy su amiga? Quizá debo ser más flexible. Muerdo su labio inferior. Darme la oportunidad. Él realmente me gusta. Nos separamos. Nos miramos. Sonreímos y continuamos recorriendo el centro. Caminamos con el mínimo de distancia, sin tomar nuestra mano. De vez en cuando me habla, le sonrío. Estoy ausente, en mi mente intento sopesar los pro y los contra de quedarme a su lado. No habría problema por mi trabajo, puedo trabajar a distancia, las ventajas del mundo digital y cuando se requiera mi presencia puedo hacer videollamadas. ¿Pero en qué estoy pensando? Pero… mis cosas podría dejarlas mientras veo como avanza la relación y después traerlas. ¿Pero qué me pasa? Estaría a su lado en el difícil proceso del divorcio ¿Y sí solo me quiere por no pasar solo ese proceso? No lo creo, nos hemos contado tanto como para que yo sea un simple refugio, ¿y si así fuera? ¿qué? Aunque fuera solo un par de meses o un año, seguro que sería la mejor y más bonita relación que haya tenido hasta ahora. Sí, eso, sin expectativas.

En mi cabeza todo suena bien, tomo en cuenta las dificultades, pero sé lo que quiero… o eso creo.

Hice un parde compras más y el resto de la tarde estuvimos en su casa, viendo películas, cocinando juntos. Su marido no llegó a dormir, dijo que iría con su madre de visita. Mi amigo lloró, dijo que esa era su excusa. No me atreví a pedirle que llamara a su suegra para confirmar. Quizá y hasta estaba de acuerdo, ya que la suegra de mi amigo no lo quería. Él me había contado que la había escuchado por teléfono decir que él era un rarito y su marido de inmediato bajaba el volumen o quitaba el altavoz.

Dormimos juntos, pero nada pasó, solo nos quedamos abrazados toda la noche. ¿Me estaba convirtiendo en el amante?

Al día siguiente estuvimos solos en la casa, su marido se pasó directamente a trabajar y llegaría hasta tarde… si es que llegaba. Por mi parte, estuve como chica, quería demostrarle que no había diferencia entre chico y chica, pero a quién engaño, si soy género fluido es porque incluso yo siento diferencias. En este día no salimos. Estuvimos conversando de cosas triviales, acomodamos cosas y de vez en cuando reímos. Por la noche no dormimos juntos, su marido llegó. Su marido. Me giro sobre la cama para quedar de costado y abrazo con fuerza la almohada. No sé qué pensar. Hoy fue realmente genial, creo que el mejor de los días que he estado aquí, porque estuve muy cerca de él. Se nota lo hogareño que es. Lo dedicado y cuidadoso. Sonrío. Un buen marido. Al menos uno como me gustaría a mí.

 

Finalmente, el día de mi partida llegó. La mañana fue acelerada, pero logramos llegar a tiempo. Durante el camino no hablamos mucho. Su marido intentaba hacer conversación, pero yo respondía con monosílabos. El recorrido fue largo hasta el aeropuerto. Bajo del automóvil. Llevo un vestido ligero, lo suficientemente cómodo para el vuelo de 6 horas. Maquillaje discreto, del que se lleva todos los días y engaña a las maestras en las escuelas, pues no se nota, solo hace que te veas bien. Me acerco a mi amigo. Lo abrazo y beso su mejilla. Me despido con algo de melancolía. A su marido también le doy un abrazo, más que nada por cortesía. No me cae mal, tampoco bien. No me gusta lo que le hace a mi amigo, pero ¡Ey! No estoy en posición de criticar o juzgar. Y aunque lo hiciera, mi juicio se vería afectado por mis sentimientos hacia mi amigo. Suspiro. De nuevo abrazo a mi amigo con fuerza. Él también me abraza con fuerza. Intento separarme, pero él alarga un poco más el abrazo. Pide que me quede. No lo hace. Sólo amigos a la distancia. Camino hacia el andén de revisión. Hay mucha gente delante de mí. Me giro levemente para buscar a mi amigo. Él no me dirá que me quede. No es de ese tipo de personas. Pero es del tipo que me ha enganchado: guapo, hogareño, se preocupa por sus seres queridos. No, basta, no puedo obligarlo a amarme por completo, debo elegir entre el Ariel masculino o la Ariel femenina. Él o yo. Entre darle la oportunidad al amor o seguir siendo yo. Él o yo.

Tras meditarlo por mucho, salgo de la fila, corro hacía él, en el camino me quito el labial con mi brazo y lo beso. El respondo al beso y me abraza con fuerza por la cintura. Las personas pueden hacer muchas locuras por amor, esta sería la mía… disfrutaré lo que deba, el tiempo que dure esta relación. Al final, parece ser que solamente uno de los dos Ariel puede amar…

 

… pero no los dos.

 

FIN

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