Él o yo, pero no los dos - PARTE 2, ¿ES ÉSTA… UNA OPORTUNIDAD?

 Me recuesto en la cama, tomo mi celular y miro las fotos que tomé en el parque y en el resto de los lugares que hemos estado visitando. Sonrío con inmensa alegría y río a carcajadas ante algunas fotos por lo cómicas que son, como cuando por modelar y hacerme la graciosa caí en una fuente y él al intentar rescatarme cayó. Al final quedó una foto con nosotros dos empapados y dentro de la fuente. Por supuesto que un guardia del parque nos reprendió, pero no pasó a mayores. Continúo viendo las imágenes y de pronto me invade la melancolía. Miro con detalle la foto frente a mí. Ya solamente quedan tres días para tomar mi vuelo de regreso. Suspiro. Él está mirando hacia el horizonte, la tome sin que se diera cuenta. Su mirada es… tan profunda. Muerdo mi labio inferior al tiempo que una de mis manos se desliza hasta mi vientre para escabullirse por debajo de mi blusa y subir. Acaricio mi piel de manera profunda hasta llegar a mi pecho y lo presiono. No quito la vista de su imagen. Pero… es que lo deseo con locura. Hemos compartido tanto: gustos, miedos… secretos.

Unos golpes en la puerta me interrumpen. Mi corazón late a mil por hora, pero no me queda más que resoplar e ir a abrir la puerta. Es él. Mis piernas tiemblan como gelatina. Saludo tímidamente.

–¡Oh! Perdona, veo que ya traes la ropa para dormir. Espero no haberte despertado.

–¿Qué? Oh, no. Estaba… solamente veía las fotos que nos hemos tomado en estos días, pero pasa.

Enciendo la pequeña lampara al lado de la cama. Es tenue, pero se puede ver bien.

–¡Mira qué bien te ves en esta foto! –digo con entusiasmo esperando calmar a mi cuerpo y que el ardor de mis mejillas desaparezca.

–¡Vaya! Esa no la recuerdo… ¡¿Pero en qué momento?!

 Río traviesa. –Secretos de fotógrafa–. Él ríe y me conquista cada vez más sin siquiera sospecharlo. Con mi dedo pulgar paso a la siguiente foto y estamos los dos abrazados y mis labios están en su mejilla al tiempo que miro hacía la cámara, el por su parte hace una mueca de disgusto en la foto. Paso a la siguiente foto, en ella lo abrazo fuerte mientras mi rostro muestra lo mucho que me divierto molestándolo. Desde que nos conocimos por internet él ha sido sincero, no le gustan las niñas “infantiles y juguetonas”, de esas que abrazan y parecen sacar arcoíris por la boca y te llenan de corazones con cada abrazo. “Empalagosas” les llama él. Mi rostro parece iluminarse con cada foto, a mi me parecen de lo más graciosas. Adoro ese rostro molesto y gruñón que a veces hace. Lo miro de reojo y su expresión es pensativa. ¿Acaso…?

–¿Pasa algo? –no espero por su respuesta–. ¡Ah! Yo solamente quiero decirte que mis besos y abrazos son… –de repente las palabras se atascan en mi garganta y raspan como una fibra metálica al deslizarse para salir–. De amistad, no quiero que pienses mal. Mucho menos quiero ofenderte a ti o a tu marido.

Un súbito silencio se hace presente y parece ser eterno.

–Mi… mi marido y yo nos vamos a divorciar–. Sus palabras directas y secas, rompen el silencio como una copa de cristal al caer. ¿Pero qué he hecho? Cavé mi propia tumba.

–¿Pero por qué? ¿Estás seguro? Quizá haya arreglo.

–No, ya llevamos meses distanciados.

–Pero… entonces lo que yo he visto en estos días.

–Es… es complicado. Y gran parte es mi culpa, llegamos a un acuerdo para no hacerte sentir incomoda, pero esta farsa me está asfixiando.

Con cada palabra mi corazón bombea la sangre con gran intensidad. Me emociono, fantaseo. Definitivamente esta es mi oportunidad. O tal vez la suya y solamente me quiere como un refugio, un consuelo.

Tomo su rostro entre mis manos, mis pulgares acarician sus mejillas al tiempo que acerco mis labios a los suyos. Sutil pero perceptible retrocede. Comprendo. Retiro mis manos de su rostro.

–Lo lamento –murmuro, pero no hay replica. Miro sus ojos. Él también quiere, lo sé.

–No, no te disculpes es solamente que…

Sonrío. –Pero qué tonto he sido… si a ti no te gustan las chicas –digo con una voz ronca. Él cierra los ojos y me permite besarlo. Nuestros labios se funden y el ritmo aumenta. Mis manos se posan de nuevo en sus mejillas, lo atraigo a mí y poco a poco nos vamos recostando en la cama. Los besos aumentan de ritmo. Los jadeos roncos se escapan sin poder evitarlo. Quedo sobre él, abro mis piernas. Nos miramos por unos segundos y de nuevo nos besamos con pasión.

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