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Mostrando las entradas de enero, 2023

SOMER

Se cuenta que, si no hubiera sido por Somer, un joven de 15 años, Yio hubiera muerto congelado. Esa misma noche Somer lo llevó a su cabaña, donde vivía con su mamá. Yio apenas podía mantenerse en pie. La mamá preparó sopa caliente y lo invitó a cenar. Gracias a eso, Yio recobró el color. Después de cenar, los tres se sentaron junto a la chimenea para charlar con calma. Entonces, unos golpeteos en la puerta tan fuertes que parecía la iban a derribar interrumpieron la tranquilidad. La mamá de Somer se levantó para abrir. Era nada más ni nada mejor que Emil, un viejo que odiaba a los forasteros. —Escuché que tu hijo no entró solo a la aldea. ¿Es eso cierto? —Sí, pero es tan solo un joven. 17 años. —¿Qué hace un niño por estas tierras? ¿Cómo dio con nuestra aldea? —Somer se topó con él en medio de una tormenta y lo trajo hasta aquí. —Sabes perfectamente que si estamos en tierras rodeadas por constantes tormentas y remolinos es por algo. Para protegernos de forasteros intrusos rob

LA ÚLTIMA DANZA

Uno, dos, tres, uno, dos, tres. Aquella guerrera bailaba las más peligrosas danzas con una elegancia que solamente ella podía ejecutar. Uno, dos, tres… cabezas, cuerpos, miembros seccionados. No había quien pudiera ganarle cuando ella comenzaba a mover sus caderas, su espada. Misión, tras misión. Mejor mercenaria, imposible. Y ella bien sabía su precio, el más alto, imposible. Los hombres la deseaban, las mujeres la despreciaban. Y ella sólo bailaba. Y ella sólo convertía cada carnecería en una danza… a veces ballet, a veces tango, pero siempre disfrutando. La reina de los desiertos, la reina de las selvas, señora y soberana de los más atroces delincuentes. Todos mercenarios. De baja estatura para entrar en los territorios más exigentes, delgada, piel morena, ojos verdes y labios sensuales. Un, dos, tres… se preparó para la siguiente misión, una más. Cliente anónimo. Nada de qué preocuparse, sólo había que divertirse. Tomó su espada, montó su caballo negro azabache y cabalgó a to

Él o yo, pero no los dos - PARTE 3, ÉL O YO…

 Al día siguiente, por la mañana, despierto asustada. Miro a mi alrededor. Estoy sola en la cama. Quizá todo fue un sueño. Salgo de la cama y así en pijama salgo de la habitación para tomar desayuno. Bajo las escaleras y en el camino su marido me ve. –Hola, buenos días, Ariel –me saluda con alegría y yo no encuentro en dónde meterme. Respondo con un gesto de mano. Me siento chica, pero una sensación extraña en mi garganta me dice que la voz que saldrá será masculina. Suspiro y sigo avanzando. Mi amigo ya se encuentra sentado junto a la mesa, listo para desayunar o quizá incluso ya ha terminado. Me uno a él y su marido también, quien trae hotcakes recién hechos. El marido con una amplia sonrisa me pregunta si quiero hotcakes, asiento y como en silencio. –Te siento diferente –me dice y yo no encuentro en dónde meterme. Mi amigo se mantiene sereno. ¿Pero cómo puede ser tan indiferente? ¿Eso quiere decir que todo fue un sueño? –Creo que dormí mal –respondo y en efecto: voz masculina.